"Quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas"

17 de septiembre de 2007

Las Cinco Joyas (3)

Aquí tenéis, para los pocos que leéis la historia, el tercer capítulo de Las Cinco Joyas, disfrutadlo si sois capaces.

Capítulo tres: Huída del Cielo


Desde el balcón de su dormitorio, Adala contemplaba de nuevo las estrellas. Casi no podía creerlo, por fin, viajaría a Gaya. Aunque su compañía, el elfo, no parecía muy agradable. Sonrió ampliamente. No tenía muy claro qué iba a hacer en el mundo de los cinco reinos, pero no le importaba, lo importante es que iría hasta aquel lugar.

Alguien llamó a la puerta. La chica pasó al interior del dormitorio y abrió la puerta.
Era Aaesien.

- Ah, hola… - saludó la chica, enarcando las cejas
- Venía a disculparme por mi comportamiento, he sido demasiado brusco con vos, princesa – dijo él, arrastrando las palabras
- Te disculpas ahora que sabes que soy hija de Celes… qué interesado, ¿no? – murmuró Adala, cruzándose de brazos.
- Bueno… yo… - se rascó el cabeza, avergonzado.

Se oyó un grito desde fuera que llamó su atención:
¡Intruso! ¡Detenedlo! ¡No debe escapar!

Ambos se sorprendieron. Adala corrió hacia el balcón, seguida por el elfo.

- ¡Princesa! – la llamó un ángel desde abajo - ¡Hay un demonio en palacio!

Señaló la dirección por la que había marchado el intruso. La princesa estiró las alas al máximo y saltó desde el balcón.
Aaesien se agarró a la barandilla. Estuvo a punto de saltar, pero reaccionó a tiempo. Era demasiada altura y él no sabía volar.
Vio cómo la chica se marchaba, volando velozmente.

- ¡Mierda! - masculló

No tenía forma de seguirla si no corría a la velocidad de la luz.

<> pensó


Adala seguía a aquel rápido individuo. De él, solo podía ver sus enormes alas grises y el negro color de sus ropas.
Hasta que, repentinamente, el demonio se detuvo y se volvió hacia ella.

Era joven, quizás un año o dos mayor que ella. Delgaducho y no demasiado alto. Pelo blanco hasta la mitad de la nuca. Su piel era también casi blanca, casi no se diferenciaba del cabello. Contrastando con pelo y tez, además de su ropa, sus ojos, totalmente negros.

- ¡Deja de seguirme, mestiza! – gritó, frunciendo el ceño
- ¿Mestiza? – Adala se detuvo y pronunció el nombre de un hechizo en voz baja. De su mano brotó un haz de luz intenso que se lanzó a toda velocidad contra el demonio.

Cuando el hechizo finalizó, no quedaba ni rastro de aquel ser.
- ¿Lo he desintegrado? – susurró ella, sorprendida
- Yo creo que no – a su espalda estaba el demonio y, en el cuello de Adala, rozaba el filo de una espada de hoja plateada – Eres lenta, mestiza

Ella se mordió el labio. Se fijó en la extraña espada. No poseía empuñadura. Se sorprendió. La espada era el brazo derecho del joven demonio.

- ¿Qué o quién eres tú? – preguntó, asustada

Él sonrió con malicia.

- Me sorprende que no me recuerdes, hermanita – dijo, riendo por lo bajo
- ¿Her… hermanita?
- Suéltala, Cristofer – interrumpió Celes, apareciendo de repente en el suelo, algo por debajo de ellos.
- Mierda, llegó la vieja… - farfulló él - ¡No me da la gana!

Acercó un poco más el filo de la espada al cuello de la chica, consiguiendo que un filo de sangre brotara. Adala cerró los ojos y reprimió un grito.

- Tú lo has querido, estúpido demonio – dijo Celes, como siempre inexpresiva.

Chasqueó los dedos.
Cristofer sintió un tremendo dolor en su cabeza, que pronto se difundió por todo el cuerpo. Su brazo derecho volvió a la normalidad. Se sujetó la cabeza con ambas manos y gritó.

- ¡Basta! ¡Para, vieja!

Adala observó cómo, poco a poco, el demonio perdía el conocimiento y caía al suelo. Aterrizó cerca de él y lo observó. Recordó cómo la había llamado.

- Ma… Mamá… ¿es mi hermano? – preguntó a la reina al ver que se aproximaba

Por una vez, la inexpresividad de Celes desapareció, y en su rostro se reflejó un profundo odio.

- Hermanastro – corrigió – Su madre era un demonio… - se giró - ¡Guardias!

A su llamada, llegaron una decena de ángeles guerreros, vestidos con doradas armaduras y armados con enormes sables.

- Acabad con él antes de que despierte – Ordenó, señalando al inconsciente demonio.
- ¡Espera! – gritó Adala, interponiéndose entre los guerreros y el chico - ¡Es mi hermano!
- Y ha intentado matarte – añadió la reina

La chica frunció levemente el ceño. Era cierto, él la había amenazado con aquella extraña espada. Pero, sin saber exactamente la razón, no podía permitir que lo mataran.

- Aparta, niña – ordenó Celes, perdiendo la paciencia.

Adala negó con la cabeza y se agachó junto al demonio.
Al segundo, ambos desaparecieron de allí, como si nunca hubieran estado en el lugar.

- Cómo odio la tele transportación… - murmuró la reina


Cristofer se despertó. Abrió los ojos mientras se incorporaba. Se encontraba en un dormitorio repleto de cosas de lujo. Estaba sentado en una cama de blancas sábanas de seda. Pudo ver que frente a él, en la pared, había un espejo. Contempló su reflejo y el de la criatura que estaba sentada al borde de la cama, mirando al suelo.

- Hermana… - susurró, acercándose.

Oír aquello la había sorprendido y asustado. Adala dio una bofetada al demonio, sin pensar, como un reflejo.
Se levantó de un salto y miró al chico, que se frotaba la mejilla.

- Lo… lo… lo sien… - sacudió la cabeza - ¡No me llames hermana!

Cristofer se puso en pie.

- ¿No? – la empujó, arrinconándola contra la pared. Su brazo volvió a transformarse en espada - ¿Y cómo quieres que te llame? ¿Hermanastra? ¿Sucia mestiza?

Intentó atravesar el hombro de la chica con la espada, pero ella fue rápida esta vez y consiguió esquivarle.

- Hay una barrera protegiendo la habitación – explicó con dificultad – Si me haces algo, la romperé y mi madre te matará.

Cristofer frunció el ceño. Agarró del cuello a Adala con la mano izquierda y ejerció presión, asfixiándola.

- Asquerosa mestiza… - murmuró con desprecio.
- ¡Suéltame, o romperé la barrera! – amenazó a ella, quedándose sin aire.

Cristofer meditó un momento, soltándola. Si Celes lo atrapaba, no duraría ni cinco minutos. Se mordió el labio y miró enredador.

- Ábrela si puedes – dijo, empujando a su hermanastra violentamente.

Ella, sin dudarlo, comenzó a pronunciar el contrahechizo para la barrera en voz baja.

<> se dijo el demonio.

Hizo aparecer sus alas y se aproximó al balcón. Cuando notó que no había barrera, saltó por él, alzando el vuelo.

- ¡Vuelve! – gritó Adala, siguiéndolo.

Desde el suelo, los observaron combatir la reina y Aaesien.

- Odio a ese demonio – masculló Celes, de nuevo inexpresiva.

Levantó una mano con intención de acabar con Cristofer.
Pero el elfo fue más rápido,

- ¡Puerta de Gaya! - gritó

Apareció entonces en el cielo, junto a los hermanastros, un enorme portal con forma de círculo.

- Pero, ¿qué…? – Cristofer intentó alejarse, como Adala, pero ambos fueron absorbidos por aquello.

Celes fulminó con la mirada al elfo.

- Luz y Oscuridad – dijo él tan solo, saltando hacia el portal

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por fin aparezco, yupiiiiiiii xD
Me podrías aver avisado que lo habías colgado ¬_¬
En fin, mola, espero que cuelques la siguiente parte lo antes posible ^^

Kysu dijo...

te lo avisé por msn, pero estabas desconectado, esperaba que lo recibieras al conectarte ¬_¬