"Quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas"

25 de agosto de 2011

Muro de Cristal

Éramos simplemente un par de idiotas mirando la lluvia caer. Debía ser una estampa curiosa: ella y yo, apoyados en una grisácea pared, a una distancia prudencial el uno del otro. Para mí, la lluvia no era más que una rutina a la que ya no quería prestar atención. Por el contrario, a ella parecía antojársele algo realmente extraordinario, pues no se volvía hacia mí para mirarme mientras hablaba.
El día anterior todo había ido demasiado rápido. La había besado y ella me había correspondido. Sonreí al recordarlo. Pero no fue una sonrisa que denotara felicidad, sino una sonrisa triste. Porque que hubiera ocurrido lo del beso sólo podía ser triste, pues ahora, cuando pensábamos fríamente en la situación, todo era distinto y altamente complicado. ¿Por qué el ser humano se empeña en hacerlo todo tan complejo? Creo que a veces simplemente deberíamos seguir nuestro instinto animal más allá de para declararnos la guerra unos a otro. Deberíamos seguirlo para ser capaces de darnos cuenta de que la vida se torna más sencilla cuando no piensas demasiado.
-     - Me andaba preguntando… - comencé a hablar – Bueno, siempre he querido preguntarte… ¿qué soy para ti?
Ella se removió inquieta. Dejó de prestarle atención al agua y pareció fijar la vista en sus zapatos. Yo también los miré. Definitivamente, no sabía atarse los cordones. Pero no había tiempo para echárselo en cara. Me coloqué frente a ella, notando como algunas gotas frías salpicaban mi espalda.
-     - ¿Qué soy para ti? – repetí suavemente.
-     - ¡Cállate! – exclamó ella, ruborizada.
Ya había levantado el brazo para golpearme una vez más de ese modo que sólo ella conocía: ni demasiado fuerte, ni demasiado suave. Esta vez mi sonrisa se amplió considerablemente.
-     - Ya lo he entendido – aseguré mientras sostenía su puño cerrado entre mis manos, librándome así de cualquier golpe – Cuando no puedes mentir – comencé a explicar, desplazando mi mano hasta su muñeca – te expresas de esta forma. No eres nada honesta… Cada vez que he estado cerca, peligrosamente cerca, tú te has comportado así: Me has golpeado, me has insultado, te has burlado de mí para alejarme… Pero sólo querías estar a salvo.
-     - ¡Cállate! – repitió ella, intentando zafarse de mi agarre - ¡Todo lo que estás diciendo me avergüenza!
Siempre había sido así. No sólo conmigo, sino con todo el mundo. Cuando veía que cualquiera de su alrededor estaba cerca, peligrosamente cerca, lo peligrosamente cerca como para llegar a conocerla, intentaba expulsarlo como buenamente podía. Simplemente, tenía miedo de abrirle el corazón a alguien y quedarse destrozada. Tenía miedo de entregarme todo lo que ella era en realidad, por eso intentaba cubrirse con aquel muro de cristal.
Tiré de ella hacia mí y la abracé. Intentó liberarse, por supuesto, pero no lo consiguió. Ya sabes, los tíos somos más fuertes que las chicas, o algo así. Aunque a veces me pregunto si yo sería capaz de vencer a cierto tipo de chicas, como a Isabel Fernández. No, seguramente no tendría posibilidad alguna.
-     - ¡Suéltame! – exclamó mi acompañante, devolviéndome al mundo real.
-    - ¿De verdad quieres que te suelte?
Silencio.
-     - Vamos, ser un poco más honesta no te hará daño – le invité a responder, sonriendo.
-     - No…
-     - ¿Qué?
-     - No quiero que me sueltes.
-     - ¿De verdad?
-     -De verdad.
-     -Entonces no te soltaré jamás…
Silencio de nuevo. Parecía más tranquila.
-     -Pero…
-     -¿Qué?
-     -Pero tendré que comer, ducharme, ir a clase… Y si no me sueltas no podré hacerlo.
No pude evitar reírme. Había vuelto a hacerlo. Ella y su manía de cargarse los momentos románticos.
-     - Bueno, te soltaré. Pero déjame que me quede un rato disfrutando de tu olor, de tu respiración, de tus latidos…
-     -Eres un cursi.
¿Lo soy? Sí, seguramente. Y ella una borde que debería estar agradecida, porque pocos quedan como yo.
---     ¿Sabes? – respiré hondo – Creo que jamás existirá una chica más maravillosa que tú.
-     - Joder, pero deja las cursilerías.
-     -No, en serio. Eres ese tipo de chica que intenta ser dura. Me encanta.
-     Soy dura.
-     - ¿Ves? A eso me refiero. Intentas protegerte con un muro de cristal. Crees que así nadie puede alcanzarte. Pero, ¿sabes qué?
-     - ¿Qué?
-     - Que el cristal, amiga mía, al menos la mayoría de las veces, deja ver a través de él.

No hay comentarios: